Nos ponemos en situación e imaginamos…
Llegamos a casa un día cualquiera y vemos que nuestra pareja no es muy efusiva saludando, nos responde con monosílabos y presenta el semblante serio, y aunque responde que no, cuando le preguntamos si le pasa algo, nosotros sabemos, gracias a nuestra Teoría de la mente, que en verdad algo le ha molestado y que está enfadada con nosotros.
La Teoría de la mente se define como aquella habilidad que nos permite comprender, explicar, predecir y manipular el comportamiento propio y el de los demás mediante la atribución de estados mentales, tales como creencias, deseos, emociones e intenciones.
De esta forma, muchas de las preocupaciones de nuestras familias, tienen de base dificultades de los niños con TEA en Teoría de la Mente, es decir, en comprender el comportamiento, los pensamientos, los deseos y emociones de la otra persona, no aportándoles información ni siendo capaces de predecir su comportamiento. Cualquier profesional que haya trabajado o trabaje con personas con autismo, ha oído hablar de esta teoría y ha podido comprobar las dificultades tan importantes que suelen tener y que les impide poder entender las relaciones sociales y tener éxito en ellas.
Así, la famosa tarea de falsa creencia de Sally y Anne (en la que el niño debe responder a la pregunta poniéndose en el lugar de lo que sabe la niña y no teniendo en cuenta lo que él mismo ha visto y sabe) se ha convertido en el paradigma experimental por excelencia para evaluar la presencia o no de TM. A pesar de que la comprensión de esta creencia se trata de un hito evolutivo importante, las evidencias encontradas señalan que aporta únicamente información de una parte del desarrollo de las habilidades mentalistas. Por lo tanto, si trabajamos con persona con TEA, no podemos reducir su intervención en TM únicamente a la resolución de estas tareas de falsa creencia.
La TM no es una habilidad que se tiene o no se tiene, no emerge de forma espontánea, si no que se trata de un proceso que se desarrolla de manera progresiva y que comprende una variedad de niveles y logros cognitivos secuenciados con una complejidad creciente. En la base de estas habilidades nos encontramos con los precursores, capacidades socio-cognitivas tempranas que según los autores, podrían incidir o estar implicadas en el posterior desarrollo de la comprensión de la mente.
Las principales habilidades precursoras son:
- Atención conjunta:se trata de un hito clave en el desarrollo de la TM, que en los niños con TEA suele estar afectada, y que suele aparecer aproximadamente entre los 9 y los 12 meses de edad. La atención conjunta hace así referencia a cuando el niño y el adulto prestan atención al mismo referente simultáneamente, de forma conjunta. De esta forma, este hito evolutivo junto a la habilidad de seguir la dirección de la mirada, el uso de gestos para indicar o señalar y la habilidad para alternar la mirada entre una persona y un objeto permiten a los niños coordinar sus atenciones con las de los demás. Un ejemplo claro de esta atención conjunta ocurre cuando el niño señala la luna, no para pedirla si no para llamar la atención del adulto y que también la mire porque es bonita o le interesa.
- Comunicación intencional no verbal: gestos deícticos como señalar, indicar, mostrar u ofrecer, aparecen entre el final del primer año y el inicio del segundo, y son utilizados con una intencionalidad claramente comunicativa para dirigir la atención del adulto hacia un objeto o evento. Un ejemplo de esta comunicación intencional no verbal sería cuando el niño extiende los brazos hacia el adulto para conseguir que lo coja en brazos.
- Comprensión de las acciones como intencionales: ya en los primeros meses de vida, los bebés muestran un mayor interés hacia los estímulos sociales que a los no sociales, reaccionando de manera diferente y esperando comportamientos distintos cuando están ante personas que cuando están delante de objetos. Entre los 9 y los 12 meses de edad, empiezan a comprender que detrás de las acciones de los demás hay intenciones, y además que estas pueden ser distintas a las de uno mismo.
- Referencia social: se suele observar a partir de los 12 meses de edad y hace referencia a la comprensión de las atribuciones que realiza el adulto de referencia de las personas, objetos y situaciones, reflejándose esta información en sus reacciones emocionales y resultando de gran utilidad para conocer cómo actuar en momentos y situaciones de incertidumbre. Esto ocurre por ejemplo cuando un niño se cae al suelo y mira al adulto, si el adulto se asusta o se preocupa el niño comienza a llorar, mientras que si observa que el adulto está tranquilo, el niño también se mantiene calmado.
- El juego simbólico: entre los 18 y los 24 meses, los niños empiezan a realizar juegos de ficción, atribuyen propiedades imaginarias a los objetos y adquieren diferentes roles. Se considera imprescindible también para el desarrollo adecuado de una TM, ayudando al niño a ponerse en el lugar de los demás.
Tras conocer qué entendemos por TM y cuáles son las capacidades que pueden evidenciar una adecuada habilidad mentalista en el futuro, ¿qué suele ocurrir con nuestros niños con TEA? ¿cómo se debe potenciar estos precursores en ellos?
Para saber más, debemos esperar a la próxima publicación…