CONSECUENCIAS DE LA PANDEMIA

El Coronavirus llegó a nuestras vidas hace casi un año…paralizándolo todo y provocando terribles consecuencias sobre nuestra salud física pero también mental. El confinamiento impuesto por este virus nos ha llevado inevitablemente, no sólo a modificar nuestra rutina, si no que nos ha sometido a un aislamiento social que dependiendo de las características de cada persona y del lugar de reclusión nos ha podido resultar más o menos llevadero. Según el estudio llevado a cabo por Silván, C., & Quiféz, L. E. (2020), un 50% de la población refiere que su estado de ánimo ha empeorado, reflejando problemas de sueño, mayores síntomas de tristeza y de ansiedad, traducido en un aumento del consumo de ansiolíticos y de antidepresivos.

Si todo este caos ha provocado en nuestras vidas graves consecuencias a nivel mental…motivado por la incertidumbre, por los cambios en nuestras rutinas, por la falta de apoyo social, etc. ¿cómo afectará a las personas con autismo, más vulnerables a la ansiedad, que poseen menos estrategias de regulación, que suelen responder más intensamente ante los estímulos estresantes y que necesitan más tiempo para lograr recuperar el nivel de calma?

Por todo esto, no es de extrañar que notemos, tanto en casa como en el colegio, que nuestros chicos reaccionen de forma desproporcionada en ciertas situaciones que anteriormente no suponían ningún problema, o que hayan aumentado las estereotipias, los problemas de conducta, la incapacidad para tolerar y aceptar los cambios (flexibilidad cognitiva), así como la dificultad para gestionar imprevistos. De esta forma, si antes era importante el uso de agendas, la anticipación y la estructuración del tiempo en rutinas, para así facilitarles una realidad más previsible a través de las adaptaciones en el entorno físico y social, en estos tiempos se hace mucho más necesario si cabe.

Tampoco debemos olvidar el papel que ha tenido la familia de nuestros chicos durante el propio confinamiento y durante la pandemia en general, ya que se han visto obligadas a asumir el rol de terapeutas y maestros además del de padres, y han seguido trabajando muy duro en casa procurando darles a sus hijos rutinas, asumiendo tareas escolares y brindando como podían nuevas experiencias, intentando así reducir al máximo el impacto negativo de la cuarentena y de la pandemia. Todo esto, ha provocado también en los propios cuidadores niveles altos de ansiedad, que pueden seguir manteniéndose en la actualidad a pesar de tener una cierta “normalidad”, debido a los posibles problemas de conducta y de ansiedad de sus hijos.

Y ahora el reto que tenemos, tanto desde el ámbito clínico como desde el educativo, es intentar apoyar a las familias, acompañándolas a nivel emocional y asesorándolas para que sean capaces de hacer frente de la mejor forma posible a todos los cambios que están teniendo en su día a día, y a adaptarse a esta nueva normalidad que tantas cosas nos ha quitado.

Angela Ramírez Sánchez y Verónica Palomo Arboledas.

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