Vivimos en un mundo social en el que, desde que nacemos, vamos a necesitar la ayuda de los demás. En este mundo se hace necesaria la interacción con otros en lo que llamamos proceso de socialización. A través de este proceso vamos aprendiendo cómo debemos comportarnos en cada contexto y las normas y valores sociales que van a marcar estos patrones conductuales. Para acceder a todo esto necesitamos comunicarnos.
Existen muchas formas de comunicación (modalidades comunicativas): habla, gestos, lengua de signos, escritura… Cada una de ellas cuenta con ventajas e inconvenientes ya que, según el contexto donde nos encontremos (por ejemplo, si nos movemos de un país a otro), los gestos, el lenguaje no verbal e incluso el propio idioma hablado pueden cambiar…
¡Pero tenemos una buena noticia!
Las imágenes, que no son más que un tipo de representación, son más estables, accesibles y comprensibles, pudiendo llegar en definitiva a muchas más personas porque muchas más las comprenden.
Tod@s nos beneficiamos de ayudas visuales, da igual que nos encontremos aquí o en Chechenia que vamos a entender dónde hay un paso de peatones, por lo tanto son muy funcionales.
La comunicación nos permite acceder a ese mundo social que a veces tanto les cuesta a nuestr@s niñ@s. Esta comunicación ha de ser funcional, es decir, implica una conducta que va dirigida a otra persona quien, a su vez, me va a proporcionar un reforzamiento directo, una consecuencia (ya sea tangible o social, como un elogio). La comunicación tiene que ser siempre bidireccional; de nada sirve que mi hij@ sea capaz de decir ciertas palabras cuando está jugando si no van dirigidas a un receptor. Debemos ir más allá de la capacidad o no de emitir palabras. En consecuencia, vemos que lenguaje y comunicación no son lo mismo.
Por tanto, nuestro objetivo principal debería ser enseñar al niño a comunicarse funcionalmente, debiendo reconocer que la esta comunicación es un objetivo más crucial que el hecho de poder emitir palabras y hablar. Por supuesto, si podemos conseguir ambas cosas mejor.
De esta forma, cuando la comunicación no se manifiesta de manera natural podemos recurrir a los llamados Sistemas de Comunicación Alternativa y/o Aumentativa (SAAC).
Existen varias opciones y, una de ellas, que cuenta que cientos de estudios que la avalan y que, además, se apoya en imágenes, es el sistema PECS (Picture Exchange Communication System). Fue desarrollado inicialmente para niñ@s con TEA en edad preescolar y hoy en día se empieza a utilizar a partir de todas las edades y con cualquier condición de diversidad funcional que implique problemas de comunicación, habla no funcional o socialmente inapropiada.
En PECS se parte de la búsqueda de la intención comunicativa, enseñando al niño que, comunicándose va a obtener un montón de cosas positivas. De esta manera, se le enseña primero a cómo comunicarse y cuáles son las reglas básicas de la comunicación en los diferentes contextos. Nos gusta mucho además este sistema porque el niño tiene que contar con un receptor para hacer llegar su mensaje, aspecto que a las personas con TEA les suele costar con el uso de otros sistemas de comunicación.
Así, va aprendiendo a comunicar mensajes más específicos y cada vez de manera más espontánea a través del intercambio de tarjetas (primero con imágenes sueltas, luego combinadas, adquiriendo poco a poco la capacidad para hacer estructuras gramaticales más complejas). Todo ello se trabaja siempre a través de actividades funcionales evitando las tareas vacías y repetitivas.
A veces se cree erróneamente que de esta manera el niño se acomodará y no se fomentará el habla ¡ESTO NO ES ASÍ! Esta modalidad alternativa nunca va a inhibir el desarrollo del habla, es más, muchos investigadores afirman que se promueve, siendo además un derecho el poder comunicar y expresar sus necesidades. Otro de los errores que suelen tenerse es la eliminación del sistema de comunicación cuando el niño comienza a emitir sus primeras palabras, pensando que éste ya no es necesario. Con el sistema PECS se puede trabajar de forma más compleja el lenguaje y otras muchas habilidades críticas de comunicación, muy relacionadas además con la disminución de conductas contextualmente inapropiadas, como son la habilidad de pedir ayuda, pedir un descanso, rechazar, etc., que finalmente nos dan la respuesta del por qué de esas conductas “disruptivas” y la función que cumplían. Cuando una persona aprende a comunicarse de manera funcional se abre ante ella todo un mundo de posibilidades que además de permitirle acceder a un montón de reforzadores, previenen y reducen de manera muy considerable dichas conductas «disruptivas» que, en gran parte, son consecuencias de la incapacidad para comunicar que algo no va bien o no le gusta.
“Dime y lo olvidaré. Muéstrame y lo recordaré. Involúcrame y lo entenderé para siempre.” Confucio
Fuente bibliográfica:
Frost, L. y Bondy, A. (2002). El Manual de Picture Exchange Communication System. Estados Unidos: Pyramid Educational Products, Inc.
Artículo escrito por: Ángela Ramírez Sánchez